




Una extraña historia de Dix en 2023, escrita por la IA
Era una tarde peculiarmente sombría en Berlín. Era el año 2023, pero cierto pintor expresionista viajero en el tiempo llamado Otto Dix no lo habría sabido. De repente, se encontró en medio de una bulliciosa multitud de personas, la mayoría de las cuales miraban atentamente pequeñas pantallas rectangulares que sostenían en sus manos. Había edificios altísimos cubiertos de pantallas luminosas que emitían música extraña y mostraban imágenes que Otto no podía comprender.
“¿Qué es esta locura? ¿Dónde estoy?” pensó Otto mientras deambulaba por los alrededores. Le dolía el corazón por plasmar en el lienzo estas nuevas expresiones de la vida, pero se sentía perdido y fuera de lugar.
Mientras paseaba, tratando de dar sentido al mundo que le rodeaba, un camión brillante y decorado con colores llama su atención. En letras grandes y vibrantes, se leía: Tito’s Time-Traveling Tacos.
¿”Viajar en el tiempo”? ¡Ja! Quizá puedan ayudarme a entender dónde y cuándo estoy”, reflexionó.
Al acercarse al camión, Otto se fijó en un hombre con un sombrero brillante y un delantal, que repartía lo que parecían ser panes planos rellenos de diversos ingredientes. El delicioso aroma era embriagador.
“¡Hola, señor!”, saludó alegremente el hombre. “¿Quieres un taco? El especial de hoy es el ‘Bratwurst Delight’. Una mezcla perfecta de mexicano y alemán”.
“Claro que sí”, respondió Otto, aunque no tenía ni idea de lo que era un taco. “Pero debo preguntar, ¿qué es eso de ‘viajar en el tiempo’? Parece que estoy perdido en este mundo desconocido”.
El hombre se rió y sus ojos brillaron con picardía. “Ah, ¿así que has viajado desde otro tiempo? Eso ocurre más de lo que crees. No puedo explicar su mecánica, pero he conocido a muchos viajeros como tú, en busca de respuestas”.
Otto sintió un vínculo con este vendedor de tacos. Tal vez fuera la experiencia compartida de estar fuera de lugar, o tal vez el atractivo de unos tacos de aspecto delicioso. En cualquier caso, se sintió a gusto por primera vez desde que llegó.
Mientras Otto saboreaba la deliciosa mezcla de sabores de su taco Bratwurst Delight, él y el vendedor, Tito, charlaban sobre las maravillas y peculiaridades del siglo XXI. Tito explicó los teléfonos inteligentes, las redes sociales e incluso la última tendencia de pintura de realidad virtual.
Otto estaba fascinado. ¿”Pintura de realidad virtual”? ¡Eso suena intrigante! ¿Puede enseñármelo?”
Tito, siempre dispuesto a la aventura, llevó a Otto a una tienda de tecnología cercana. Se encontraron con una vertiginosa variedad de aparatos y artilugios, pero Tito se dirigió directamente a la sección de RV. Otto no tardó en ponerse los auriculares y manejar los pinceles digitales, probando suerte en un medio totalmente nuevo.

Dentro del mundo virtual, Otto se encontró en un espacio en blanco con un potencial infinito. Con cada trazo, conjuraba salpicaduras de color y detalles intrincados. Al principio resultaba extraño, pero la libertad creativa era estimulante. Y cuando por fin se quitó los auriculares, tenía una obra maestra digital que dejó boquiabiertos a los espectadores.
La noticia del misterioso pintor que había aparecido de la nada y dominaba la pintura de realidad virtual en cuestión de minutos corrió como la pólvora. Pronto se congregó una multitud que tomaba fotos y vídeos. Otto Dix, que antes se había sentido perdido y fuera de lugar, era ahora la comidilla de la ciudad.
Cuando el día se hizo noche, Otto y Tito volvieron a sentarse en el camión de tacos y reflexionaron sobre su vertiginosa aventura. Otto había adquirido un nuevo aprecio por las maravillas del mundo moderno, y Tito había hecho un nuevo amigo.
“Gracias, Tito”, dijo Otto con una sonrisa en los labios. “Me has demostrado que incluso en un mundo que parece ajeno y extraño, siempre hay un lugar para la creatividad y la conexión”.
Tito le devolvió la sonrisa y le dio otro taco a Otto. “Esa es la magia del tiempo, amigo mío. Y los tacos. Sobre todo tacos”.
Y así, en una bulliciosa ciudad en pleno siglo XXI, un pintor expresionista del pasado y un vendedor de tacos viajero en el tiempo encuentran la amistad en una sombría calle alemana. Fue un día que ninguno de los dos olvidaría jamás.
A la mañana siguiente, Otto se despertó con el sonido de las notificaciones y los zumbidos de un smartphone que Tito le había regalado. Tito había precargado el teléfono con algunas aplicaciones esenciales, incluida una que imitaba la pintura sobre lienzo. A Otto le fascinaban las posibilidades.
Tras un rápido desayuno a base del famoso “Taco de huevos benedictinos” de Tito’s, el dúo decidió explorar la escena artística de Berlín. Esa noche, Tito había oído hablar de una exposición de arte underground en la que artistas expertos en tecnología exhibían sus obras maestras digitales.
Paseando por las calles de Berlín, Otto se maravilló ante la fusión de lo antiguo y lo nuevo. Los edificios históricos se alzaban junto a la arquitectura vanguardista, mientras los artistas callejeros holográficos bailaban junto a violinistas clásicos. Pero lo que realmente le cautivó fue el arte callejero: murales que parecían cobrar vida con las mejoras de la realidad aumentada.
La exposición de arte subterráneo se celebró en una estación de metro renovada, con las paredes cubiertas de vibrantes pantallas digitales. Al entrar, una azafata holográfica les dio la bienvenida: “¡Bienvenidos al Paisaje Digital de los Sueños de Berlín!”.

Los ojos de Otto se abrieron de par en par al ver las diversas formas de arte. Había esculturas en 3D flotando en el aire, paisajes virtuales en los que los asistentes podían adentrarse e incluso música generada por inteligencia artificial que se adaptaba al estado de ánimo de cada espectador.
Rápidamente se convirtió en el centro de atención. Se había corrido la voz de su improvisada obra maestra de RV, y todo el mundo estaba ansioso por ver qué haría Otto Dix a continuación. Animado por Tito, Otto decidió hacer una demostración en directo.
Se puso el casco de realidad virtual y se adentró en el lienzo en blanco que ya conocía. Inspirado por la energía de la sala y la fusión de pasado y presente que había experimentado, Otto empezó a crear un mundo distinto a cualquier otro. El público vio en tiempo real cómo el reino virtual cobraba vida con su característico estilo expresionista, pero con un toque futurista. La cruda emoción, combinada con la tecnología del siglo XXI, constituyó un espectáculo cautivador.
Cuando Otto salió por fin de su reino virtual, fue recibido con un atronador aplauso. Muchos lo proclamaron el nacimiento de una nueva forma de arte: la “Realidad Virtual Neoexpresionista”.
La noche fue un torbellino de conversaciones, intercambios y nuevos admiradores. Artistas de todo el mundo buscaban las ideas de Otto, mientras que los entusiastas de la tecnología estaban ansiosos por presentarle las últimas innovaciones.
Cuando la noche tocaba a su fin, Otto y Tito se sentaron en las escaleras de la estación, contemplando el cielo estrellado de Berlín.
“Sabes”, reflexiona Otto, “al principio me sentía abrumado y temeroso de este momento. Pero ahora veo que es sólo otro lienzo esperando a ser pintado. Otra historia esperando a ser contada”.
Tito rió entre dientes: “¡Ese es el espíritu! Y si alguna vez vuelves a sentirte fuera de lugar, recuerda que siempre hay un taco con tu nombre en mi camión”.
Otto se rió, sintiendo un calor en el corazón. El futuro, con todas sus complejidades, parecía un poco menos desalentador con un amigo como Tito a su lado.
Y cuando los primeros rayos del alba pintaron el horizonte de Berlín, la ciudad que antes parecía tan extraña y abrumadora se sentía ahora como en casa. Otto Dix había encontrado su lugar en el tapiz del tiempo, mezclando los trazos del pasado con los vivos colores del presente.
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