




Una extraña historia de Degas en 2023, escrita por la IA
En el corazón de París, ciudad conocida por su ilustre pasado, se había producido un misterioso fenómeno. Edgar Degas, el famoso pintor del siglo XIX, había sido transportado al año 2023. Mientras deambulaba por las modernas calles de París, le desconcertaban las luces de neón, los altísimos rascacielos y los peculiares artefactos en manos de los transeúntes. El corazón de Edgar se aceleró con asombro e inquietud a la vez, mientras intentaba comprender su nueva realidad.
Mientras exploraba este mundo extraño, Edgar se encontró en un callejón poco iluminado. Su naturaleza curiosa le llevó a los recovecos sombríos, donde descubrió una escena que parecía pertenecer a su época. Allí, una chica vestida con un tutú de ballet practicaba sus pasos de baile, con su esbelta figura iluminada por el cálido resplandor de una farola parpadeante.
“Bonsoir, Mademoiselle”, dijo Edgar, encantado con la vista.
La chica levantó la vista, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. “¡Eres… eres Edgar Degas!”, balbuceó. “¿Pero cómo? Creía que estabas… bueno, ¡muerto!”.
Edgar soltó una risita nerviosa. “Parece que el destino tiene sentido del humor. No sé muy bien cómo, pero me he encontrado en tu época. ¿Y quién eres tú?”
“Me llamo Émilie”, respondió la chica, todavía asombrada. “Soy estudiante de la Escuela de Ballet de la Ópera de París. Siempre he admirado sus cuadros. Son tan reales y llenos de emoción. Es un sueño hecho realidad conocerte”.
Edgar sonrió, halagado por la admiración de la joven bailarina. “Gracias, Émilie. Tu baile también es exquisito. Me recuerdas a las bailarinas que solía pintar”.
Mientras charlaban, un extraño artilugio con ruedas pasó zumbando, sobresaltando a Edgar. “¿Qué demonios es eso?”, preguntó con los ojos muy abiertos por el asombro.
“Eso es un scooter, Monsieur Degas. Son populares en esta época para desplazarse rápidamente por la ciudad. ¿Le gustaría probarlo?”
A pesar de sus dudas iniciales, Edgar aceptó. Al fin y al cabo, ya había adoptado las peculiaridades de este nuevo mundo. Émilie le enseñó a manejar el scooter y salieron a toda velocidad por las calles de París. Mientras cabalgaban, Edgar se maravilló de la transformación de la ciudad, observando cómo la arquitectura antigua y la nueva coexistían armoniosamente.
Finalmente llegaron a un pintoresco café, donde decidieron parar a tomar un refresco. Mientras estaban sentados fuera, Edgar sacó una tableta digital de dibujo, un dispositivo que había descubierto antes en su aventura de viajar en el tiempo. Empezó a dibujar a Émilie, intrigado por la maravilla tecnológica.

“¿La gente ya no usa papel y lápiz?”, preguntó, mientras sus dedos se deslizaban por la pantalla.
“Algunos lo hacen, pero esto es más cómodo”, explica Émilie. “Además, puedes crear distintos efectos y corregir fácilmente cualquier error”.
Edgar asintió, apreciando las ventajas del aparato, aunque secretamente echaba de menos el tacto del carboncillo sobre el papel. Una vez terminado el boceto, se lo enseñó a Émilie, que se quedó boquiabierta.
“¡Es precioso! Has captado mi esencia, como en tus cuadros”, exclamó.
Mientras seguían charlando, Edgar se enteró de los muchos avances y cambios que había experimentado el mundo desde su época. Émilie le habló de Internet, de las redes sociales y de cómo los artistas compartían su trabajo en la era digital. El pintor estaba fascinado, pero no podía evitar sentir una punzada de nostalgia por la sencillez de su época.
De repente, una paloma robótica, un invento que se había popularizado en los últimos años como herramienta de vigilancia, se abalanzó sobre ellos y se posó en su mesa. Edgar se quedó mirando a la criatura mecánica, desconcertado por su naturaleza artificial.
“¿Es algo habitual ahora?”, preguntó, con la voz teñida de preocupación.
Émilie soltó una risita. “No son muy comunes, pero existen. Se usan para varios fines, como vigilar el tráfico o los espacios públicos”.
Edgar frunció el ceño, incómodo ante la idea de un mundo bajo vigilancia constante. A pesar de las maravillas que había presenciado, no podía evitar añorar la familiaridad y la intimidad de su propio tiempo.

Al atardecer, Émilie guió a Edgar al Louvre, donde se exponían sus cuadros. Recorrieron los grandes salones, y los ojos de Edgar se iluminaron al ver sus propias obras maestras colgadas junto a las de otros artistas de renombre. Le alegró especialmente ver a sus queridas bailarinas expuestas en una sección especial dedicada a su obra.
“No puedo creer que mis cuadros sigan siendo apreciados después de todos estos años”, dijo, con la voz temblorosa por la emoción.
Émilie sonrió cálidamente. “Su arte ha tocado la vida de tanta gente, Monsieur Degas. Es un testimonio de su talento y de la naturaleza intemporal de su obra.”
Mientras estaban ante uno de sus cuadros, una sensación peculiar invadió a Edgar. Sentía una fuerte conexión con el lienzo, como si le llamara a su propia época. Dudó un momento y se volvió hacia Émilie.
“Creo que es hora de que vuelva a mi época”, dijo solemnemente. “He vivido una aventura maravillosa, pero mi corazón pertenece al siglo XIX”.
A Émilie se le llenaron los ojos de lágrimas, pero comprendió. “Le echaré de menos, Monsieur Degas. Gracias por el increíble día que hemos compartido”.
Se abrazaron y, al hacerlo, el cuadro que tenían delante empezó a brillar. Un vórtice de colores se arremolinó alrededor de Edgar, arrastrándole de nuevo al mundo que tan bien conocía. Al desaparecer, susurró su despedida, dejando tras de sí un legado que seguiría inspirando a generaciones.
En las semanas siguientes, los rumores sobre la misteriosa aparición de Edgar Degas en 2023 se extendieron por todo París. Algunos tacharon la historia de engaño, mientras que otros creyeron que se trataba de un encuentro real con el legendario pintor.
En cuanto a Émilie, su encuentro con Edgar Degas había dejado una huella indeleble en su vida. Guardó con cariño el boceto digital que había hecho de ella y siguió persiguiendo su pasión por el ballet con renovada determinación. Y en su corazón, guardaba el recuerdo del día en que conoció al gran Edgar Degas, sabiendo que la magia del arte tenía el poder de trascender el tiempo y unir a las personas, aunque sólo fuera por un breve momento encantado.
Si te gusta la historia, ¿por qué no imprimes la imagen y la cuelgas? Edgar Degas, pintor del siglo pasado, en 2023, está pintado a su estilo. ¡Espero verte en el próximo post con otra extraña historia de pintor escrita por AI!
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